Hoy en día nadie cree ya en los cuentos de hadas.
Pero de vez en cuando la vida te sorprende y te ofrece una segunda oportunidad que hay que saber aprovechar.
Una oportunidad perfecta, encantadora, atractiva, un poco alocada y con una nobleza de espíritu difícil de igualar.
17 años después estoy totalmente convencido de haber vivido inmerso en un cuento de hadas todo este tiempo.
Han sido años de felicidad absoluta, ni siquiera podría hablar de altibajos.
Años de vida sencilla, de amor compartido y apoyo mutuo.
Una sintonía difícil de conseguir para dos personas –en principio– tan dispares. Quizás esa fue una de las claves de esta gran historia de amor.
Nos comprometimos en todos los aspectos de nuestra vida, pero fundamentalmente con nuestras hijas intentando educarlas y servirles de apoyo en todo momento.
Afrontamos con mucha ilusión y esfuerzo proyectos conjuntos como el de “La Casa de la Abuela Paca” ahora rebautizado “Casa Maida”.
Recorrimos medio mundo siempre de la mano, compartiendo las experiencias y aprendiendo juntos una nueva forma de vivir.
Y todo comenzó en París –la ciudad del amor– donde mejor?
Pero esa es otra historia de la que hablaremos otro día.