Iba a ser una tarde casera, acomodados entre el sofá y los sillones, un poco de blues de ambiente y unas copas para relajarse.
Todavía seguían desconcertados por lo que habían visto en la plaza aquella mañana y lo que más les impresionaba era la rapidez con la que estaba cambiando la manera de vivir a la que estaban acostumbrados.
En muy poco tiempo habían interiorizado una especie de miedo ancestral una sensación de inseguridad o más bien de vulnerabilidad cuando –caminando por la calle– te cruzabas con la autoridad.
En pocos meses habían pasado de ser ciudadanos a acercarse más a una sensación de súbdito, un siervo al servicio de un poder omnímodo.
Todos ellos disfrutaban de una situación desahogada pero aún así estaban meditando la idea de organizarse para hacer algo al respecto de lo que estaba ocurriendo.
Lo primero sería contactar con algún otro grupo que estuviese mínimamente concienciado como ellos. Quedaron en comenzar esa misma semana a sondear entre sus amistades y compañeros para ver cual era su actitud ante el cambio que estaba gestándose en la sociedad.
Ya que estaban todos juntos aprovecharon para hacer una videoconferencia y saludar a Xavi en Barcelona, que seguía cumpliendo con los trámites de la solicitud de traslado.
Se alegró mucho de verlos y les confirmó que casi seguro que en un mes más estaría viviendo en Madrid con ellos, lo cual fue celebrado con un brindis con las copas en alto.
Le contaron a Xavi lo que había ocurrido esa mañana y él les confirmo que lo que se difundió en las noticias distaba mucho de lo que le estaban contando.
La versión oficial del Gobierno era que un grupo cuasi-terrorista intentó un asalto al edificio.
María –que se había ido a descansar un rato a su cuarto– se incorporó a la reunión y viendo que estaban en línea con Xavi pidió a todos un minuto de silencio para anunciarles algo.
Comenzó con un amplio rodeo rememorando como se habían conocido y como consiguieron conformar aquel pequeño grupo, lo mucho que les quería y toda una ristra de piropos a sus amigos.
Se volvió hacia Juan y –poniéndose a su lado- les hizo partícipes de lo felices que eran en aquellos momentos.
Ana y Carmen comenzaron a sospechar algo y lógicamente Xavi y Carlos estaban en la inopia sin entender a que venía todo aquel discurso de María.
Entonces -sin más tardanza- María lo soltó; ¡estamos esperando un bebé!
Abrazos, gritos, risas, lágrimas de felicidad, todos felicitaron a la pareja y comenzaron el interrogatorio típico de estas ocasiones, que si era niño o niña, que para cuando sería, acaso podrían ser gemelos.
Lo típico de estos momentos, volvieron a sentarse, se despidieron de Xavi –que tenía que irse– y ya un poco más tranquilos María les comentó como se encontraba y que por nada del mundo iba a dejar de trabajar si todo iba bien.
Eran un grupo de amigos realmente unido, celebraron muy alegremente la noticia y comenzaron a hacer cábalas sobre que nombre le vendría bien a aquella criaturita que venía en camino.
Automáticamente todos se autonombraron “tíos” del bebé y ya se veían comprando ropas, juguetes, carritos y todo lo que hiciera falta.