Javier Ledo Javier Ledo

Cerrando el círculo

Cuando nuestra vida se tuerce solemos refugiarnos en el ayer y pensar que nada volverá a ser lo mismo.

Y básicamente es verdad, nada volverá a ser lo mismo.

Todo aquello que comenzó, que se gestó, en una pequeña isla del archipiélago canario ha saltado por los aires.

La Graciosa

La Graciosa

Hoy volvemos a estar aquí, en La Graciosa, cerrando el círculo.

Un círculo virtuoso al que no hay nada que objetar, recuerdos que me acompañarán toda la vida y vivencias de las que extraer lecciones de vida que compartir con la familia y los amigos cuando venga al caso, sin melancolía.

Se cierra aquí y en este momento un capítulo de ese libro que llamamos vida, hasta ahora el capítulo más importante y aunque hemos de afrontar nuevos retos, arriesgar nuevas amistades, aprender nuevas formas de avanzar, siempre tendremos ese rincón de nuestro corazón en donde atesoramos todos esos recuerdos y vivencias eternas.

Como bien nos recuerda Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas.”

Ahora se nos presenta una nueva vida llena de nuevas preguntas e incógnitas a las que dar respuesta, y así una y otra vez en un círculo de vida que en algún momento tendrá también su final.

En este libro tan personal que todos llevamos bajo el brazo tendremos capítulos tristes, capítulos de extrema felicidad –como este que cierro ahora– capítulos excitantes, pero has de saber que siempre tienes que estar dispuesto a “escribir-vivir” el siguiente capítulo, tomar decisiones –a veces arriesgadas– sin que te coarte lo que los bien pensantes puedan decir de ti.

Solo en los momentos en que te conduzcas con absoluta libertad podrás ser feliz, normalmente esto solo ocurre en nuestros mas ambiciosos sueños, trasladarlo a nuestra vida, a nuestro día a día es un reto magnífico y digno de ser afrontado.

La vida puede depararnos muchas alegrías, solo hay que estar atento a lo que se desarrolla a tu alrededor y aprovechar el momento (Carpe Diem).

Porque como también nos recuerda Cortázar: “La vida es como una sala de espera , de repente abren la puerta, y te dicen: ¡Su turno!”

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Javier Ledo Javier Ledo

Paris, un inicio

El calendario suele ser el guardián de los recuerdos, el guardián de las casualidades, de esas casualidades en las que uno repara solamente al repasar sus vivencias y tener que situarlas en un contexto de tiempo y lugar.

Nos hacemos con nuestro particular calendario –ese que solamente conocemos nosotros– ese en el que se esconden nuestros sentimientos, nuestros sueños, nuestros deseos y algunas veces también nuestras propias frustraciones.

Todos tenemos “ese” particular calendario, todos tenemos ese lugar, ese instante, esa canción que, llegado el momento, nos evoca toda una vida.

Estamos en agosto, año 2004,… Paris.

Nos sumergimos en sus calles, en su aroma, en su sencillez y nos conquistó para siempre, allí aprendí a decir “mi niña linda” con fundamento, allí me enamore de sus rizos pelirrojos traspasados por esa luz parisina que no encontrarás en ningún otro lugar del mundo.

París te embriaga, te arrebata y te acoge de una manera tal que aun totalmente rodeado por la gente en la calle la sensación es que solamente existíamos nosotros dos.

Un beso en las calles de París es algo tan natural y al mismo tiempo tan especial que no se puede explicar con palabras los sentimientos que te atraviesan.

No necesitas nada más que esas calles y callejuelas para sentirte en otro mundo, para sentirte de verdad iniciando un sencillo y maravilloso cuento de hadas.

Y después están todos esos lugares de obligada visita, la torre Eiffel, el río Sena, los Campos Elíseos, el Sagrado Corazón y a sus espaldas Montmartre.

Como decía antes todos tenemos un lugar al que volver una y otra vez y el nuestro era Montmartre, su plaza repleta de pintores –de donde nos trajimos un retrato suyo hecho a vuela pluma–, sus callejones empedrados, la Casa Rosa, sus jardines.

Era aquí donde respirábamos la esencia de ese París añejo que te impregna de amor y hace aflorar todos esos sentimientos que por momentos te sorprenden a ti mismo.

Un paseo por el Sena en sus “bateaux” a la luz de la luna es algo indescriptible.

Enamorarse de París es sencillo y enamorarse en París es sublime y nosotros tuvimos esa suerte, tuvimos la suerte de comprender que tal como nos decía una de nuestras canciones de esa época, “éramos solo dos extraños concediéndonos deseos como dos enamorados, que vaciamos nuestras manos de desengaños y miedos y las llenamos de afecto”, de amor en este caso.

Y volvimos a París varias veces, y volvimos a Montmartre y seguíamos sintiendo las mismas mariposas revoloteando en nuestro interior.

Quince años después, 2019 volvimos a París por última vez sin saber que cerrábamos un ciclo.

Fue especial, como siempre y sincero como toda nuestra vida juntos.

Y después se presentó nuestro particular calendario, nuestro guardián de las casualidades y un mes de agosto como aquel de 2004 todo se acabó, porque si, porque los cuentos de hadas también tienen final, no son eternos.

Alguna lagrima se ha derramado sobre estas palabras que espero que les inspire algo bonito.

Así comenzó todo con un simple y maravilloso viaje a París, si pueden todavía están a tiempo, la Ciudad del Amor les espera y les puedo asegurar que vale la pena.

Besitos.


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