Detalles…

Cuando surgió la idea de arrancar el proyecto de Casa Maida, originalmente con el nombre de La Casa de la Abuela Paca, pusimos el acento más en las relaciones personales que en lo meramente crematístico.

De esta forma, pasados los años, podemos afirmar que un importante porcentaje de nuestros visitantes se han convertido en nuestros amigos y cada vez que tienen un pequeño hueco en sus vidas se pasan a compartir algún momento con nosotros.

Al principio nos sorprendía el hecho de que quisieran repetir su experiencia en nuestra casa pues en estos tiempos en que prima la búsqueda de lo nuevo y las experiencias “únicas”, repetir lo conocido era, cuando menos, curioso.

Con el tiempo comprendimos que muchos de nuestros amigos no buscaban otra cosa que sentirse arropados y como en casa y eso lo encontraban junto a nosotros.

Hay realmente muchas anécdotas para relatarles que ya iremos contando en sucesivas publicaciones.

Abriremos con un pequeño grupo venido de Lanzarote allá por el año 2019 –si no recuerdo mal– y que estableció con nosotros una relación amistosa que perdura hasta el día de hoy.

Pasado tanto tiempo ya, echamos la vista atrás y me doy cuenta de que  hemos vivido muchas vicisitudes en estos años, sucesos compartidos, muchas alegrías y también alguna tristeza.

Y esto es lo que hace que merezca la pena seguir en el camino para profundizar cada día un poco más nuestro compromiso con nuestros amigos desde Casa Maida.

Algunas veces nos sorprenden con algún pequeño detalle que nosotros siempre llevaremos en el corazón.

En su última visita nos emocionamos al recibir una pieza única e intransferible que guardamos con gran cariño.

Siempre tenemos pendiente una última cita, una última conversación para ponernos al día de todo lo que nos ha ocurrido.

Ya en breve y alrededor de algún  buen vino lanzaroteño seguro nos contaremos historias hasta el amanecer.