Una palabra

Hay palabras que parecen tener un brillo propio, –especial– que acarician el alma con solo pronunciarlas.

Hay una en concreto que no solamente suena con una terrible suavidad envolvente, sino que además evoca una ternura que va más allá de lo material.

Se cuela en tu corazón como una caricia, como un susurro pleno de amor.

Si alguien te llama “preciosa” no habla solamente de lo que puede ver, sino de lo que siente.

Es una alabanza con alma.

Nace del cariño, de la profunda admiración, la componen –la conforman– una pizca de poesía, algo de abrazo y el resto es todo luz.

No es una palabra que se diga –a la ligera– por costumbre, solamente se dice si realmente se siente.

Es como mirar a alguien y que tu corazón se desborde por la belleza que irradia, no solamente física, sino que emana desde lo más íntimo del ser.

Cuando un ser amado lo susurra en tu oído está apresando en esa breve palabra todo aquello que no acierta a expresar de otra manera.

Es una palabra –preciosa– que sugiere algo valioso, único, frágil, que debe cuidarse como cuidarías un recuerdo feliz, un tesoro de tu infancia o una sonrisa en medio de la confusión de tu vida.

Cuando la pronuncias proteges, envuelves y arropas a quien la recibe.

Decirle preciosa a alguien es iluminar su alma, es hacerle saber que, –al menos para ti– su existencia es absolutamente valiosa.

Hay palabras –no muchas– con un gran poder y que pronunciadas en un día aciago pueden salvarnos.

Es capaz de atravesar tu helada tristeza y convertir tu día mas gris en un lindo abanico de colores.

Es esa palabra la que te recuerda que eres amada, que tienes a tu lado a alguien que encuentra la belleza en ti.

Escucharla es un instante de verdad.

Todos merecemos sentirnos preciosos alguna vez.

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Coincidir cada noche