A tu espalda

Tu espalda, ese lienzo silencioso, muchas veces olvidado y casi siempre subestimado.

No necesita palabras ni miradas, dispone de su propio lenguaje profundamente sugerente y sensual.

Una curva bien definida, la piel al descubierto de una manera sutil y un suave movimiento transmite deseo, invita sin hablar, seduce sin esfuerzo.

Su poder lo lleva implícito en todo aquello que insinúa sin mostrarlo.

Caminando dos pasos delante de ti, cuando su espalda se desliza bajo una suave camisa o se vislumbra en ese vestido abierto algo se despierta.

La espalda tiene la delicadeza de lo íntimo, una suave caricia puede resultar más intensa que un beso.

Un estremecimiento silencioso, un recorrido lento, una invitación al misterio.

No necesita gritar para hacerse notar, un silencio sensual, un punto de partida que nos lleva a otros paisajes.

En la danza, en un susurro, en la cercanía, la espalda se convierte en territorio que se ofrece sin someterse.

Una espalda arqueada, la caída lenta del cabello que la enmarca, o simplemente la forma en que ella se gira y deja entrever su contorno, puede convertirse en una escena inolvidable.

Es como una promesa en pausa.

No necesita adornos para brillar.

En su desnudez hay una elegancia simple, casi poética.

La espalda, cuando se ofrece, no lo hace desde la ostentación, sino desde la complicidad.

Mirar una espalda se convierte en una forma de deleite, de deseo.

Un instante fugaz difícil de olvidar para quien puede disfrutarlo.

Siguiente
Siguiente

Del adios