Ese recuerdo
Es algo incontrolable, simplemente sucede, constantemente.
En medio del caos, a veces como un destello entremezclado con tus pensamientos diarios como un breve destello.
En otros momentos es una melodía que se asienta en mi mente –una canción– que no ceja en su empeño de habitarme como si de una íntima presencia cuasi religiosa se tratase.
Al despertar o en ese momento, justo antes de dormir –sin razón aparente–.
Es suficiente el roce de la brisa de esa manera especial, o que suene una risa levemente cercana, que distinga alrededor su color, su energía, su sombra.
¿Cómo soportarlo?
Se vuelve complicado, pesan los recuerdos más que nada ciertos días.
Te vuelves torpe con las palabras, distraído con el tiempo, distante con el resto del mundo.
Porque no es solamente recordar, también es revivir momentos, imaginar lo que nunca sucedió, conversar de todo aquello que nunca será realidad.
Vives en una imaginaria amalgama de nostalgia, deseo, ternura y dolor.
No habría que imaginar si estuviera aquí.
Ese recuerdo otras veces te mantiene en movimiento, te empuja a mejorar, te recuerda lo que significa sentir con intensidad.
Soportar ese recuerdo también da vida aún siendo contradictorio, duele e ilumina al mismo tiempo.
La mente es obstinada cuando algo o alguien la marca.
Soportas el recuerdo pues su mera existencia te hace sentir humano.
No todo el mundo puede decir que ha sentido algo tan fuerte, tan intenso.
Y has de soportarlo con orgullo, aunque en algunos momentos te doble el alma.
Y tú, ¿piensas en ella?
Y tú, ¿piensas en él?