Hasta bien entrados los años 60, en este país los iconos del poder se reducían a tres, el alcalde, el cura y el maestro.
Eramos un país de pueblo, las ciudades se veían lejanas y extrañas.
Fueron tiempos difíciles debido a las condiciones sobrevenidas y provocadas por la Guerra Civil española.
Se reunían en estas tres figuras la cultura, la religión y la política.
Estos tres poderes se regían curiosamente por una Constitución muy “sui generis”: El Catecismo.
Eramos un país católico, apostólico, romano y esto condicionaba nuestra vida hasta extremos que hoy en día serían inimaginables.
¿Recuerdan la Semana Santa con todas las discotecas, pubs y demás garitos cerrados? Las radios con música clásica y en la televisión –la única–, películas de historia sagrada.
Pero aquellos años pasaron, llegó la transición, los referéndums y las elecciones por todas partes, ayuntamientos, congreso, senado, etc.
Fueron momentos intensos de nuestra vida, nos sentíamos partícipes de todo lo que estaba ocurriendo en nuestro país y creíamos realmente que estábamos construyendo nuestro futuro.
Poco a poco las nuevas estructuras se fueron asentando, los partidos políticos tomaron el relevo de aquellos viejos y desgastados iconos y como toda superestructura, el joven poder creó nuevos mecanismos de dominación y desgraciadamente a imagen y semejanza del Ancien Régime al que habían liquidado.
Y de esta manera surgieron los “argumentarios”, esas hojitas parroquiales pero con siglas partidistas en donde se le dice a la gente lo que tiene que decir y cómo defenderlo ante los infieles.
En los dos casos –catecismo y argumentario– ninguno te invita a pensar o a debatir, sino que te imponen un pensamiento ya procesado en algún despacho –siempre lejano– y te obliga a ser “acrítico” y fiel al pensamiento único a riesgo de verte condenado al ostracismo si te rebelas o te sales del guión.
Con los tiempos que corren yo propondría una hojita parroquial particular, el “sentido común” y con esta hojita personal e intransferible, pensada por cada uno de nosotros y compartida con el resto de la sociedad quizá podríamos salir adelante.
Difícil ya lo se, pero ¿que hay fácil en esta vida?