Me gustaría verte, cuando nadie te ve
Tu versión más auténtica, sin máscaras, sin expectativas se presenta cuando nadie te ve.
En ese silencio anónimo, sin espectadores, te permites ser contradictorio, vulnerable.
Imaginas conversaciones que nunca llegarás a mantener con nadie, te ríes –en tu soledad– por algo absurdo o simplemente lloras sin razón aparente.
Son momentos en los que no estás obligado a justificar tus emociones y mucho menos dar explicaciones sobre lo que piensas.
Te reconectas –en soledad– con tus sueños, con tus miedos y con aquellas cosas que –en tu rutina diaria– sueles dejar a un lado.
A veces, –sin darte cuenta– te encuentras inmerso en un laberinto de recuerdos y sin solución de continuidad imaginas futuros que posiblemente nunca viajarán a tu presente.
Es ahí, –en esa intimidad– donde eres totalmente libre, es ahí, donde dudas, cambias de opinión, escribes “sin sentidos”, bailas a espaldas de cualquier ritmo o sin más, te quedas mirando a ese techo techo impregnado de soledades.
Son los momentos en que eres honesto contigo mismo, admites tus errores y enfrentas contradicciones.
Solamente encuentras espacio para la verdad , y es en esa verdad, –a veces incomoda– donde descubres una maravillosa forma de paz.
Puedes ser niño –otra vez–, soñador, ingenuo, volver a jugar con locas ideas y no sentir ni una pizca de vergüenza.
Es ahí donde te reconcilias contigo mismo y donde cuidas esas partes de ti que pocos entienden y mucho menos valoran.
Surge también esa versión que trabaja para mejorarse a si mismo, que reconociendo sus propias sombras se ve capaz de superarlas.
Cuando nadie te mira, eres más humano, complejo, cambiante, real.
Y es ahí, aunque nunca veamos esa versión tuya, donde nace todo aquello que después regalas a los demás.
Me gustaría verte, cuando nadie te ve.