Entrelazados

Se detuvo frente al espejo sin buscarse, sin querer encontrarse.

Solamente se encontraba ahí plantado –la mirada perdida– como esperando una respuesta que sabía que nunca llegaría.

Desde hacía un tiempo –no recordaba desde cuando– al hablar con su espejo no le devolvía su rostro, sino el de ella.

No sabía en que momento había sucedido, pero –lentamente– ella había dejado de estar solo en su mente y comenzó a habitar su reflejo.

Aquella primera vez que la vio allí –frente a él– embebida en aquella lámina plateada pensó que era producto del cansancio, de esa mezcla de nostalgia y deseo que a veces se te instala en el pecho.

Evitó –inconscientemente– aquel revelador espejo durante unos días.

Aquella mañana, siguiendo su rutina y sin reparar en lo que había acontecido días atrás, se encontró repentinamente frente a él y allí estaba su reflejo, otra vez.

Con el paso de los días aquello se volvió una constante, no importaba ni la hora ni la luz.

Cuando abría su corazón frente a aquel espejo, cuando susurraba lo que no se atrevía a compartir con nadie más, allí estaba ella.

Y no, no era un fantasma, más bien la percibía como una cálida presencia que le miraba com esa complicidad que solamente ellos entendían.

Aquel reflejo no le juzgaba, le escuchaba, a veces sonreía y otras se entristecían juntos.

Acaso, –de alguna forma mágica e inexplicable– se habían entrelazado sus almas de forma que cada uno habitaba una porción del otro.

El espejo no puede mentir y refleja –realmente– lo que habita en su interior.

Y si ella está ahí, será porque ocupa un lugar en su alma.

Hay preguntas que sólo su imagen podía responder, silencios que solamente su presencia lograba calmar.

Se aferraba a esa ilusión sabiendo que no podría oírle, sabiendo que no era más que un vidrio y acaso su memoria.

Y aún así siempre volvía frente a él.

Quizás algún día el espejo vuelva a mostrarle solo a él.

Pero por ahora, en ese pequeño e íntimo ritual, sigue hablándole como si estuviera allí.

Y en cierto modo allí estaba, no carnalmente pero si en sus gestos, en aquellas palabras no dichas, en los recuerdos de cada reflejo.

Y decidió seguir buscándola en ese espejo, aunque lo que encuentre sea, simplemente, un amor no correspondido.

Anterior
Anterior

Casi

Siguiente
Siguiente

Me gustaría verte, cuando nadie te ve