Nuestra música

Nuestro lenguaje –en todo su esplendor– en ciertos momentos se siente incapaz para expresar todo aquello que sentimos en lo más profundo del alma.

Existen emociones tan profundas, tan complejas o tan fugaces que las palabras no alcanzan a capturar.

Central Park

Cuando esto nos ocurre, es la música la que viene en nuestro socorro, la que se transmuta en puente que nos enlaza con lo incomprensible.

Júbilo, desconsuelo, saudade o ilusión, todo puede ser expresado y transmitido con la música sin necesidad de más explicaciones.

A miles de kilómetros una melodía puede transmitir a cualquier desconocido como nos sentimos en ese exacto momento.

La música consigue hacer vibrar nuestros corazones de una manera única.

Allí donde nuestras palabras se debilitan, es la música la que habla.

En la aflicción sin consuelo posible, en esos instantes donde sobran las explicaciones del amor, o en los momentos de las más desbordantes emociones, es la música la que siempre nos acompaña.

Basta un sólo acorde, una sola nota para revivir nuestros más lejanos –y casi olvidados– recuerdos o llevarnos en volandas a décadas atrás en el tiempo.

La música es –indiscutiblemente– una de las más poderosas formas de expresión.

¿Quien no tiene una o varias canciones fetiche?, melodías que nos protegen de lo áspera que resulta a veces nuestra vida.

La música enlaza nuestras vidas a profundos niveles sin necesidad de discursos, sin barreras ni traducciones.

Cuando sentimos que nuestras palabras no son suficientes, cuando nos parecen pequeñas o insignificantes, cuando nos atenaza lo inexpresable del silencio, raptamos alguna ajena melodía para que se convierta en nuestra voz y –de esta manera– comunicar nuestros sentimientos.

Aquí, cada ramillete de letras va –siempre– acompañado de una cariñosa elección musical porqué la música es uno de los sustentos del alma.

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