Escuchar y que te escuchen, querer y que te quieran, amar y ser amado, es lo que todos deseamos en lo más profundo de nuestro ser, aunque esté de moda negarlo.
Quizá sea para lo único que merece la pena vivir porque el resto de cuestiones como el dinero, el poder o el reconocimiento público valen de bien poco y se basan más bien en el interés.
Una de las cosas más bonitas que te pueden ocurrir es tener a alguien a tu lado que te pregunte ¿eres feliz? Y veas en sus ojos que realmente le importa tu respuesta.
Esas son las personas que debes luchar por mantener a tu lado, esas son las personas que a ti también deben importarte, esas son las personas a las que debes corresponderles, sin miedo, sin aprensión.
Apoyo, comprensión, amistad, esos son los sentimientos que deberían conectarnos con la vida, lo que debería hacer latir nuestros corazones.
Lo que antes compartíamos, la música, la lectura, el tiempo libre, ahora se han convertido en un disfrute individual, pareciera que nos avergüenza reconocer que disfrutaríamos mucho más en compañía que estando solos.
Se ha puesto de moda un individualismo feroz, que va mucho más allá de que tengamos nuestros espacios de soledad.
Despierta y huele las rosas, ¿hay algo más importante en la vida?
Deberíamos promover espacios de encuentro, espacios de disfrute y espacios donde compartir nuestras vidas.
Espacios donde dejar latir nuestros corazones sin la presión de la sociedad, los condicionantes sociales o el miedo al que dirán.
Un espacio donde decirle a alguien “gracias por escucharme”.
Y a ti ¿quién te escucha?