Compras

Cinco y media de la tarde, María y Carmen habían quedado para pasar la tarde juntas y decidieron verse en unos grandes almacenes en plena Gran Vía.

Tenían mucho que contarse e iban a necesitar varias horas para ello.

Las escaleras mecánicas estaban atiborradas de gente y decidieron subir hasta la segunda planta –ropa de mujer– por el ascensor del fondo.

Se abrieron las puertas y se dirigieron directamente a la zona de las rebajas y allí comenzaron buscando unos pantalones para María.

Carmen fue la primera en abrir fuego y se dispuso a dar cuenta a su amiga del resultado de su escapada a Barcelona.

Aquel fin de semana le había sentado de maravilla, además la forma de plantearlo –como una aventura sorpresiva– le había dado un realce inesperado.

Xavi se había quedado impactado cuando recibió su llamada para quedar a tomar un café en Plaza Catalunya, y –como le confesó después– se había alegrado mucho por la cita.

María estaba interesada realmente en como era Xavi, dejando de lado lo que pudiese haber ocurrido.

Fue entonces cuando su amiga le hizo una pequeña descripción de lo que había percibido de él durante esos días.

Carmen se había encontrado con una persona inteligente y con un gran sentido del humor que le demostró la primera noche participando en el karaoke de los chinos.

La mañana del sábado se levantó y Xavi le tenía preparado un desayuno espectacular, habían pasado la noche en su ático y ahora tocaba reponer fuerzas.

Aquel chico sabía cocinar y unas horas antes también le había demostrado que derrochaba pasión y romanticismo.

Un año antes ya le había demostrado ser una persona generosa y –lo mas importante– conseguía inspirarle confianza.

María estaba realmente impresionada por la descripción que le estaba haciendo su amiga y contenta porque la veía ilusionada.

Le deseó mucha suerte y le recordó que en un mes –o dos– tendrían que cenar todos juntos para conocer a tan maravilloso espécimen.

María por su parte le confirmó que todo iba muy bien con Juan y que ella estaba también muy ilusionada con lo que estaban viviendo.

No conseguían encontrar un pantalón que le quedase como ella quería y cada vez veía mas cerca la opción de pasarse a la ropa de temporada –mas cara– donde seguro encontraría algo que le gustase.

Cansadas de ir de aquí para allá se acercaron a una de las cafeterías para descansar un poco y tomarse un café con alguna pasta o algo parecido.

Ya sentadas y con mas sosiego María le comentó lo que le había ocurrido a la amiga de Juan –una tal Ana– y con la forma de ser de Carmen fue ella misma la que le dijo que Juan tenía que presentársela para salir juntas y –al menos– estar ahí por si necesitaba ayuda o apoyo.

Se levantaron y una vez pagada la consumición se volvieron a sumergir en un mar de jerséis, chaquetas y pantalones de todos los colores.

Iban caminando por el pasillo de los abrigos cuando a Carmen le sonó el móvil, al ver la pantalla levantó la cabeza y le dijo; Xavi, y María vio como sonreía y se le iluminaba el rostro al decirlo; su amiga estaba –definitivamente– enamorada.

Se apartó para hablar con él y María veía como gesticulaba con su mano libre y se reía con ganas así que la dejó con su conversación y siguió a la caza y captura de alguna prenda con la que sorprender a su chico en su próxima cita.

Media hora mas tarde volvió su amiga y le enseñó un top –mejor dicho una media docena– que se iba a probar así que se fueron a la zona del fondo donde se encontraban los probadores.

Tuvieron que ponerse a la cola y aun tardaron quince minutos en conseguir uno vacío.

En cuanto ella se probaba Carmen le iba dando cuenta de la conversación que acababa de mantener con Xavi.

Quería verla pronto pero no consiguieron cerrar una cita para antes de quince días, era difícil hacerlo antes a no ser que ella se desplazase el próximo fin de semana y se adhiriera a un grupo con el que Xavi hacía escalada y cuya actividad estaba programada desde hacía bastante tiempo.

La respuesta fue que de escalada nada al menos por ahora, ya que no tenía experiencia alguna y la verdad que le daba miedo.

Así que habrían de esperar quince días y hasta ese momento tendrían que contentarse con el teléfono y las videoconferencias –bendita tecnología–.

María salió de allí con tres top, dos pantalones y una blusa, porque llegó la hora de cierre que si no ella hubiese seguido.

Ya en la calle se despidieron porque tenían que seguir direcciones opuestas para volver a sus casas.

Al día siguiente se verían otra vez obligatoriamente a las siete de la mañana fichando a la puerta de las oficinas del Ayuntamiento.

María llamó a su chico y así el camino se le hizo mucho mas ameno.