Javier Ledo Javier Ledo

Nuestra música

Nuestro lenguaje –en todo su esplendor– en ciertos momentos se siente incapaz para expresar todo aquello que sentimos en lo más profundo del alma.

Existen emociones tan profundas, tan complejas o tan fugaces que las palabras no alcanzan a capturar.

Central Park

Cuando esto nos ocurre, es la música la que viene en nuestro socorro, la que se transmuta en puente que nos enlaza con lo incomprensible.

Júbilo, desconsuelo, saudade o ilusión, todo puede ser expresado y transmitido con la música sin necesidad de más explicaciones.

A miles de kilómetros una melodía puede transmitir a cualquier desconocido como nos sentimos en ese exacto momento.

La música consigue hacer vibrar nuestros corazones de una manera única.

Allí donde nuestras palabras se debilitan, es la música la que habla.

En la aflicción sin consuelo posible, en esos instantes donde sobran las explicaciones del amor, o en los momentos de las más desbordantes emociones, es la música la que siempre nos acompaña.

Basta un sólo acorde, una sola nota para revivir nuestros más lejanos –y casi olvidados– recuerdos o llevarnos en volandas a décadas atrás en el tiempo.

La música es –indiscutiblemente– una de las más poderosas formas de expresión.

¿Quien no tiene una o varias canciones fetiche?, melodías que nos protegen de lo áspera que resulta a veces nuestra vida.

La música enlaza nuestras vidas a profundos niveles sin necesidad de discursos, sin barreras ni traducciones.

Cuando sentimos que nuestras palabras no son suficientes, cuando nos parecen pequeñas o insignificantes, cuando nos atenaza lo inexpresable del silencio, raptamos alguna ajena melodía para que se convierta en nuestra voz y –de esta manera– comunicar nuestros sentimientos.

Aquí, cada ramillete de letras va –siempre– acompañado de una cariñosa elección musical porqué la música es uno de los sustentos del alma.

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Javier Ledo Javier Ledo

Susurro de amor

En un solo gesto podemos apresar la insondable profundidad de los sentimientos, la emoción de un instante y un corazón sincero.

Al igual que los versos de un poema donde cada uno tiene su propio ritmo, su exclusiva cadencia y su significado, oculto o de una sutil evidencia, no encontraremos nunca dos besos iguales.

En este lenguaje sin palabras, nuestros labios se convierten en dulces versos que se escriben sobre la piel de quien amas.

Un susurro de amor, un grito apasionado o una silenciosa lágrima de despedida, todo puede expresarse con ese beso deseado.

No existen dos iguales, con ellos puedes describir tu primer amor, la ternura infinita de una madre, el reencuentro que anhelas o un deseo ardoroso e incontrolable.

La poesía ha intentado –sin conseguirlo– describirlos, pero un beso no puede calificarse con palabras, un beso va mucho más allá.

Promesas silenciosas, puentes entre almas, refugios íntimos en los cuales desaparece el resto del mundo.

En el interior de cada beso encontraremos siglos de poesía, la magia de la más poderosa brujería y la esencia de los suspiros.

Los poemas elevan la palabras a la categoría de arte y provocan en nosotros sentimientos difícilmente explicables.

Para convertir un momento –un instante– en eternidad, basta con un solo beso.

Ese beso con el que tocamos lo intangible y sentimos lo inexplicable se convierte en el eco de nuestros enamorados latidos y en una apasionada melodía.

En muchas ocasiones expresan lo que nuestro corazón no atina a decir.

Basta un breve roce para describir la historia de un amor o sellar el recuerdo de una despedida.

Los besos –un susurro de amor– son el poema del alma.

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Javier Ledo Javier Ledo

Piel

Nuestra piel –una frontera– una orilla que acarician otras pieles.

Nuestra piel, mudo testigo, de nuestro deseo, nuestro miedo y nuestras más profundas emociones.

Un inmenso puente que comunica nuestro interior con el resto del mundo.

Un roce, una caricia, pueden estremecer nuestra vida.

Un escalofrío que recorre tu espalda, el temblor excitado de tus dedos al posarse por primera vez sobre su piel.

El lenguaje de la piel –en la intimidad– se transforma en un abrumador y silencioso diálogo, en donde cada roce, cada arañazo y cada beso atesoran profundos significados.

Un abrazo –piel con piel– te reconfortará más que mil palabras por muy bien escritas que estén.

La sutileza del lenguaje de la piel supera a cualquier otro, frío, calor, deseo, anhelo, ningún sentimiento escapa a su amplio vocabulario.

Nuestra piel nos convoca a escuchar con nuestros sentidos, a prestar atención a esos mensajes sutiles que pocas veces consiguen ser expresados por nuestras palabras.

Mensajes que albergan –en si mismos– el poder de sellar nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestra memoria por siempre.

En su silencioso –sutil– lenguaje, cuando la piel susurra el tiempo se desvanece.

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Javier Ledo Javier Ledo

Saudade

El mundo –tu mundo– puede sentirse frío, gélido en ocasiones cuando eres consciente de que nadie te espera.

La soledad se revela en la más cruda de sus formas cuando te embarga la sensación de no tener quien aguarde tu llegada, nadie que se preocupe por como te encuentras o que celebre tus aciertos y triunfos.

La sensación de vacío puede volverse abrumadora al no encontrar en ciertos momentos una sonrisa cercana o un reparador abrazo.

La mera presencia física no siempre te hace sentirte acompañado, la compañía es básicamente un lazo emocional que llena de sentido tu vida.

Hay momentos en los que la vida nos sitúa en caminos solitarios –travesías por nuestro particular desierto– que favorecen la introspección y el aprendizaje.

Aprendemos a valorar nuestra propia presencia y descubrimos que ante la indiferencia social, somos nosotros mismos nuestro propio refugio.

Somos nosotros mismos nuestra compañía más importante.

Esta situación no debe afectar a nuestro ánimo, ya estamos más que acostumbrados a que la vida es un devenir de sorpresas y ninguna situación suele perpetuarse indefinidamente, ni siquiera las buenas.

Las conexiones humanas son totalmente impredecibles y la esperanza es el sentimiento que debe prevalecer en esos momentos.

Cuando nadie te espera tienes ante ti todo un mundo de oportunidades, eres libre, sin ataduras y tienes la ocasión de desarrollar tus pasiones, tus emociones.

En ese camino, que suele presentarse varias veces en nuestra vida, más pronto que tarde aparecerán esas personas com las que compartir tu vida y no será porque lo necesites con desesperación, sino porque durante esa travesía has aprendido a vivir con plenitud tu propia vida.

La soledad no debe transformarse en una sombra persistente que desenfoque nuestra propia vida.

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Javier Ledo Javier Ledo

Solamente un minuto

Todo por un minuto, a veces lo daríamos todo por un minuto compartido.

El tiempo –fugaz– por momentos se vuelve eterno en un solo minuto de felicidad.

Ese minuto puede valer una eternidad pues en él podemos condensar la fuerza de mil recuerdos, la dulzura de una deseada caricia o la emoción de un beso esperado.

Esos sesenta segundos pueden ser el resultado de la súplica de un amante desesperado ante la inminencia de la despedida.

Un breve encuentro con alguien especial, una última mirada a cambio de “todo”.

Un solo minuto puede parecernos insignificante pero en algunos momentos estaríamos dispuestos a arriesgarlo todo por ese último minuto.

Ese último minuto –fugaz– nos recuerda lo efímero que resulta el tiempo, el momento que vivimos y la importancia de valorar cada instante, la importancia de no perder un solo minuto de nuestra vida.

La vida es urgente.

La música, a menudo da cuenta de la urgencia del tiempo y de la también acuciante necesidad de aprovechar cada décima de segundo al lado de la persona amada.

Desencuentros, equívocos, errores, indecisiones, cuantas situaciones no podríamos resolver si dispusiésemos de ese minuto de gracia.

Todo por un minuto es una llamada imperativa a reflexionar sobre nuestras prioridades.

La rutina, nuestra forma de vida nos llevan a olvidar que solamente un minuto de dedicación, un solo minuto puede marcar la diferencia en la vida de alguien cercano.

Todo por un minuto contigo nos recuerda la potente intensidad de nuestros sentimientos.

Si alguien es realmente importante en nuestras vidas no medidos el tiempo en días ni en horas, sino en momentos.

Si un solo minuto puede llenarnos de felicidad quizá valga la pena darlo todo por ese minuto… contigo.

P.D.: El tiempo está en peligro.

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