xavi

Debes ser audaz

La semana enfilaba la recta final, a golpe de jueves ya se vislumbraba el cercano horizonte del fin de semana.

Faltaban menos de veinticuatro horas, a las siete de la mañana del día siguiente estaría sentada en el AVE camino de Barcelona.

Había decidido salir temprano y aprovechar la mañana para darse un paseo por las Ramblas, ver algo de ropa y hacer el check-in del apartamento que había alquilado en el Barrio Gótico para el fin de semana.

Desde el lunes no había conseguido volver a ver a su amiga y aunque la había llamado en varias ocasiones, solamente hoy fue cuando consiguió localizarla.

Quedaron para comer en Arrabal –en la Plaza Mayor– a las dos de la tarde y Juan se les uniría para acompañarlas en el café y aprovecharía para conocerlo.

Pidió una caña en cuanto esperaba por María y llegó ella antes que la bebida, se alegraron de poder quedar y María comenzó a hablar sin parar, las palabras le salían a borbotones explicándole a Carmen como habían discurrido los últimos días al lado de Juan.

Todo lo que le contaba María no hacía mas que excitar la curiosidad de Carmen y la hacía desear que llegara el momento en que apareciera Juan para conocer a aquel hombre que había robado el corazón de su amiga.

El plan del fin de semana en la sierra le parecía fantástico y las dos riéndose alborotadamente gritaron al unísono; parece que Madrid se va a quedar vacío este finde!!!

Siguieron confidencia tras confidencia y por su parte Carmen le explicó a su amiga los pormenores de su escapada a Barcelona y que la había planteado como una sorpresa sin avisar a Xavi, quería hacerlo de una forma especial.

María intentó hacerle ver lo arriesgado de la apuesta pero ella quería ese plus de adrenalina y observar directamente la reacción de su posible pretendiente.

Los solomillos –poco hechos– que habían pedido estaban exquisitos y ya habían caído. Estaban acabando con el postre cuando vieron entrar a alguien pero al contraluz no conseguían discernir quien era hasta que se fue acercando y si, Juan había llegado.

Carmen se dijo así misma que su amiga había acertado –al menos a primera vista– derrochaba empatía, respeto y autenticidad.

Cuando llegó saludó a María muy afectuosamente y a ella con un respeto exquisito.

Se sentaron los tres y pidieron los cafés y unas copas, la tarde se barruntaba larga.

A Juan le gustó la idea de Carmen de presentarse en Barcelona sin previo aviso, le parecía una manera audaz de afrontar la situación.

Estas dos chicas eran muy audaces y decididas, le gustaban.

Pusieron en marcha el temporizador y se conjuraron para estar en un mes, los cuatro cenando juntos en,… cualquier lugar de la península, les daba igual.

En un momento que Juan se excusó para ir al servicio, Carmen aprovechó para confesarle a su amiga que le encantaba este chico para ella –no creía que la diferencia de edad fuese algo de lo que preocuparse– y la impresión que le daba es que estaba coladito por ella pues se había fijado en como la miraba y como parecía quedarse embelesado cuando ella hablaba.

Cuando volvió Juan le preguntaron por su trabajo, como era aquello de la programación y la informática.

El estuvo un rato explicándose hasta que se dio cuenta de que no estaban entendiendo ni papa de lo que decía al ver sus caras de incomprensión y cerró el asunto con una explicación muy sencilla; programo apps.

Con este primer encuentro comenzaba una etapa que también es muy importante para que una pareja pueda crecer sin aislarse del resto de la gente y es la de mezclar los mundos que cada uno de los dos aporta a esa relación.

Es una forma de enriquecerse mutuamente y ampliar sus círculos personales.

Se despidieron de Carmen y se acercaron al FNAC, en concreto porque María –una fan impenitente de los libros de papel– quería comprarse una nueva edición de El Lobo Estepario de Hermann Hesse, pues aunque ya lo había leído esta última edición venía con una serie de comentarios al margen, algo así como una versión extendida del autor.

Caminando hacia su destino se entrelazaban tan armoniosamente que parecieran una sola persona.

Encontraron el libro y aunque era –relativamente– temprano se encaminaron hacia la ya famosa buhardilla de la calle Mayor para pasar un buen rato y aunque Juan ya había comprado alguna ropa, insistió en que esta noche tenía que ir a dormir a su casa, la cual no había pisado desde el lunes.

María le prometió que se lo pensaría y dentro de un par de horas le daría respuesta.

Arriésgate

Sentada en un banco del Retiro —observando como navegaban pausadamente algunas parejas— Carmen no pudo reprimir un suspiro que transmitía resignación.

Vivía a escasos quince minutos del parque y nunca había tenido la oportunidad de navegar ese pequeño lago con alguien a su lado.

Aunque su vida discurría plácidamente entre su trabajo, los quehaceres de alguien que vive sola y sus aficiones, estaba cayendo en una rutina perniciosa.

Después de la charla que mantuvo con su amiga María, le embargó una sensación de fracaso vital impropio de su carácter.

Como si la ayuda y motivación que intentara transmitirle a ella se la hubiera hurtado a si misma.

Dicho de otra manera, se había visto retratada en su amiga y quizá por eso mismo supo lo que realmente le ocurría a María.

Un año antes —en una pequeña escapada a Barcelona— se encontraba disfrutando de una copa nocturna y solitaria en una de las múltiples terrazas de Las Ramblas, cuando de pronto la tranquilidad de aquel momento se vio enturbiada por un dicharachero grupo que se acomodó en unas cuantas mesas a escasos metros de ella.

Al verla sola la invitaron a unirse a ellos y ella aceptó encantada pues de eso se trataba este viaje, de conocer gente nueva.

De aquella casualidad nació una amistad que se mantenía ahí, en la distancia.

A él, Xavi —catalán de pura cepa— se le veía encantado a su lado y pronto entre sus amigos comenzaron las típicas bromas del emparejamiento fortuito y que suerte y todo esto.

En el transcurso de la velada Xavi le contó que era profesor de matemáticas en un instituto del centro y que después de cinco años de un duro trabajo de preparación había conseguido su plaza fija.

Ahora ya con la estabilidad económica de la que disfrutaba había decidido comprarse un ático y estaba ultimando en esos días el papeleo.

Parecía una buena persona –de esas que ya van quedando pocas– educado, atento y muy detallista con ella.

Carmen le miraba y en su interior lo único que acertaba a pensar era que porqué no viviría el tal Xavi en Madrid.

No volvieron a verse, se despidieron y cada uno siguió su camino.

Ella al día siguiente ya se volvía para Madrid, pero mantuvieron el contacto vía email y sobretodo whatsapp, porque en estos tiempos las llamadas telefónicas, esas en que se pueden definir los matices de lo que estas contando y se siente al interlocutor realmente mas cercano, esas estaban en desuso.

Lo mas impersonal de las comunicaciones nos estaba ganando la partida.

Ahora allí sentada mirando los barquillos navegar sentía que María iba a tener mas suerte que ella –cosa que no le molestaba en absoluto– pues su situación si decidía darle un empujón de verdad tendría que pasar irremediablemente por establecer una relación a distancia con Xavi.

Pensando en todo esto se le escapó una sonrisa que gradualmente se fue acrecentando hasta acabar en una sonora carcajada. ¿Que estaba diciendo? Si ni siquiera habían llegado a darse un beso.

Ya llevaba sentada allí una media hora y su amiga se retrasaba, lo cual no era habitual en ella.

Al fin divisó a lo lejos la delgada silueta de María –la flaca– a la que consideraba su hermana menor aunque realmente solo le llevaba unos tres meses de diferencia.

Pero le gustaba esa “sensación” de hermana mayor, –como buena Cancer le afloraba su vena protectora– y su amiga lo aceptaba de buen grado.

María le pidió disculpas por el retraso y después de darse un abrazo se dispusieron a dar un corto paseo por el parque.

Esta vez fue Carmen la que pidió consejo a su “hermana pequeña” sobre la débil relación que mantenía con Xavi, como podría enfocarlo para reforzar ese vínculo y que opinaba ella.

María se lo resumió todo en una sola frase; arriésgate y ya verás que en un par de meses estamos cenando los cuatro juntos en Barcelona.

A María se la veía realmente animada y deseando que acabase esta maldita semana laboral para desembarcar en ese fin de semana que se entreveía tan prometedor.

El resto del paseo discurrió con una de las típicas conversaciones que se tienen antes de una cita, es decir, y ¿que vestido me pongo? o ¿te parece mejor algo mas informal?

Los nervios estaban a flor de piel, pero si lo que nos pone nerviosos es una cuestión amorosa, el romanticismo o la belleza, bienvenidos sean esos nervios.

Las dos amigas enfrascadas en su animada charla habían salido del Parque del Retiro y se encontraban ya en las inmediaciones de Puerta del Sol.

Eran las ocho y media de la tarde y decidieron sin pensárselo mucho entrar en La Casa del Jamón, pues la caminata les había abierto el apetito.

Finalmente ya estaba decidido, sería un vestuario informal un buen vaquero ajustado, blusa blanca holgada y solo quedaba la duda de los zapatos si serían negros o blancos, lo que si estaba claro es que tendrían un taconazo de infarto.